En la Grecia antigua, los dioses usaban la misma indumentaria que los mortales.
Las telas estaban confeccionadas con lana y pelo de cabra.
Las mujeres hilaban las fibras y luego las trabajaban en un telar, confeccionando piezas generalmente rectangulares.
Las medidas dependían de las proporciones del interesado.
Ajustaban esa tela alrededor del cuerpo ajustándola a la cintura con cordones, telas arrolladas, cinturones o la recogían mediante broches.
El peplo, era una gran pieza rectangular de tela que quedaba como una túnica con muchos pliegues, ceñida a la cintura.
Algunos están ribeteados por los cuatro lados y otros tienen galones bordados. No llevaban costuras y tampoco se le hacían dobladillos.
Era una prenda masculina. Estaba formado por dos piezas rectangulares. El largo debía ser el mismo que la altura del interesado y el ancho debía llegar hasta el codo si era angosto o hasta los dedos si era más ancho.
Tenía una abertura en la parte superior por donde se pasaba la
cabeza.
Era lo que hoy día podemos llamar manto.
Estaba muy de moda, ya que lo usaban mucho enganchado por debajo de la axila, para luego caer sobre uno de los hombros.
La tela se colocaba en el sentido inverso al largo del cuerpo, formando otro tipo de pliegues.
Era un velo que las mujeres solían utilizar sobre sus cabezas como adorno.
Era el nombre que se le daba a los broches con que se sostenían las telas sobre los hombros.