El padre de Eneas se llamaba Anquises y era rey de los dárdanos. Este pueblo era vecino de Troya y por lo tanto aliado de los troyanos.
La historia comienza con Júpiter, que enojado con su hija Venus planeaba darle un castigo haciendo que se enamorara de un mortal.
Anquises era un hombre muy guapo y llamó la atención de la diosa.
Cuando Anquises dormía, Venus se le apareció transformada en humana y conquistó al príncipe. De esa unión nacería Eneas.
Anquises no sabía que la hermosa doncella era una diosa, pero Venus, antes de partir le confesó la verdad diciendo:-Anquises, Yo no soy una mortal. Soy la diosa Venus. De nuestra unión nacerá un niño hermoso y te juro que lo protegeré por siempre. Pero tú, Anquises debes prometerme que jamás revelarás nuestro secreto.
Anquises dió su palabra a la diosa y ella desapareció.
Pero Anquises, que en definitiva era un humano no pudo guardar el secreto. Y, en la primera oportunidad, le contó a sus amigos que había pasado la noche con la diosa Venus.
Júpiter tampoco tardó en enterarse y se enfureció de tal modo, que envió un rayo devastador para aniquilarlo.
Venus, que recordaba su aventura amorosa, se interpuso ante el rayo, pero una de las chispas rozó la pierna de Anquises y lo dejó cojo para siempre.
Eneas creció fuerte y hermoso, y, cuando los griegos invadieron Troya para castigar a Paris por el rapto de Helena, Eneas acudió a defender la ciudad, porque como ya dijimos, era aliado de los troyanos.
En Troya Eneas se casó con Creúsa, hija del rey priamo. De esa unión nació un hijo llamado Julio Ascanio.
El día en que los griegos ingresaron a Troya mediante el ardid del caballo de madera, Eneas se sobresaltó al oír los desgarradores gritos de dolor y el sonido de las armas.
Cuando tomó conciencia de lo que sucedía, se dispuso a luchar hasta el cansancio para proteger a su familia.
En el fragor de la lucha, vio a Helena que estaba escondida esperando el fin de la batalla. Eneas tomó su espada con la intención de matarla por ser la causa de tan terrible tragedia, pero inmediatamente apareció su madre, la diosa Venus que le dijo:- Eneas, hijo mió, Helena no tiene la culpa de nada. Los dioses lo han querido así. Toma a tu padre y a tu hijo y hazte al mar, porque tu futuro está en tierras lejanas. Yo te protegeré.
Eneas se sintió amparado por su madre y corrió a buscar a su padre y a su hijo, pero no podía encontrar a su querida esposa Creúsa.
Cuando la desesperación se estaba apoderando de él, se le apareció el fantasma de su esposa que había muerto en la batalla y le dijo:-Eneas. No te entristezcas, ya que los dioses han dispuesto las cosas de esta manera. Encontrarás una nueva vida en las tierras del poniente. Cuida a nuestro hijo.-y luego se esfumó.
Viendo que no podía hacer otra cosa, Eneas tomó a su padre y a su hijo y zarpó junto a otros fugitivos.
Navegaron a través del mar tratando de encontrar un lugar propicio. En Tracia fueron mal recibidos. En Creta comenzaron a instalarse, pero una peste acabó con la vida de muchos. Hasta que una noche, los dioses troyanos se le aparecieron en sueños, anunciándole que su destino estaba en tierras italianas, ordenándole partir cuanto antes hacia allí.
Con un renovado entusiasmo emprendieron nuevamente el viaje, pero ni bien llegaron a alta mar, una tormenta dispersó las naves. Los sobrevivientes llegaron a tierra y muertos de hambre se dispusieron a saciar el hambre sacrificando unas vacas que pastaban muy cerca. Cuando se disponían a comer aparecieron las Harpías. Que les robaron la comida y luego los atacaron con ferocidad. Trataron de defenderse pero los terribles monstruos no les daban la oportunidad.
Rápidamente lograron escapar, haciéndose nuevamente hacia la mar, rumbo al noroeste de Grecia. Allí se encontraron con Andrómana, que había sido mujer de Héctor y luego se casó con Heleno.
Andrómana y Heleno los recibieron con gran hospitalidad.
Heleno tenía cualidades adivinatorias y podía predecir el futuro. Después que Heleno le ofreció un sacrificio a Apolo, este le manifestó que Eneas tenía un largo viaje por delante y muchas dificultades tendría que afrontar en su largo camino, pero que finalmente lograría llegar a destino.
Antes de partir, Heleno y Andrómana les suministraron toda clase de provisiones y regalos de oro y plata.
Con el auxilio de los dioses, los troyanos se dirigieron hacia el litoral siciliano, donde decidieron armar su campamento. Cuando estaban haciendo todos los preparativos para instalarse, apareció un extraño hombre que les advirtió que debían escapar rápidamente ya que esa era la isla de los cíclopes, cuyo rey, Polifemo, había quedado ciego por culpa de Ulises.
Ni lerdos ni perezosos, los troyanos, juntaron sus pertenencias y zarparon nuevamente para alejarse de ese lugar nefasto. Al alejarse pudieron ver a los cíclopes que se acercaron a la orilla para arrojarles enormes rocas, pero no les causaron ningún daño.
Remando con todas sus fuerzas, pero un tanto nerviosos por lo ocurrido, equivocaron el rumbo y fueron a caer entre las dos rocas que custodiaban la guarida de los dos monstruos: Escila y el torbellino Caribdis. Escila lanzaba sus cabezas desde lo alto de la roca tratando de devorar algún navegante y Caribdis, revolvía el mar, intentando tragar las naves.
La que estaba descargando toda su furia contra Eneas, era Juno, la esposa de Júpiter. Pura y exclusivamente por ser aliado de los troyanos. Juno era muy rencorosa, y no podía olvidar que Paris, un troyano había afirmado que Venus era más hermosa que ella.
Entonces, convenció a Eolo, el rey de los vientos, para que soltara todos sus vientos contra Eneas, prometiéndole a cambio la ninfa más hermosa como esposa.
Cuando ya estaban a punto de sucumbir, Neptuno, el dios del mar, se enfureció al ver que Eolo estaba interviniendo en sus dominios. Lo increpó duramente y luego calmó al mar.
Eneas, aprovechó la calma para desembarcar cerca de Cartago.
La ciudad de Cartago tenía un enorme puerto y grandes edificios. Era una ciudad muy populosa y allí tenía sus dominios la reina Dido.
Juno, siempre atenta para perjudicar a Eneas, lo hizo llegar hasta allí con el propósito de que la reina Dido se enamorase de él y lo convirtiera en rey de Cartago. De esa manera Juno, aseguraba que Eneas perdiera el rumbo que su vida debía llevar.
Venus, la madre de Eneas, se percató de la trampa que Juno estaba tramando y fue directamente al monte Olimpo a suplicarle ayuda al dios de los dioses, Júpiter. Este, conmocionado por la sinceridad y el dolor de Venus consintió en ayudarla.
Cupido, su hijo, le dijo que Eneas y Dido se amarían profundamente, pero que esa pasión solo duraría un tiempo. De este modo Eneas podía cumplir su glorioso destino de ser el fundador de una nueva raza que dominaría el mundo.
Cuando Eneas, con un grupo de amigos, se aventuraron a explorar la zona, vieron a una amable cazadora que les dio las explicaciones necesarias para llegar a Cartago sin problemas y les dijo que la reina Dido los ayudaría. Eneas reconoció que la cazadora era su hermosa madre, la diosa Venus. Antes de despedirse, Venus los envolvió en una nube de espesa niebla y los acompañó hasta el centro mismo de la ciudad. De este modo atravesaron las puertas sin llamar la atención.
Los visitantes, pudieron apreciar el tamaño descomunal de los edificios y el poderío comercial.
En el centro de la ciudad vieron que se estaba construyendo un gran templo, dedicado a la diosa Juno con escenas pintadas que representaban la guerra de Troya, pero contada de manera imparcial.
Eneas pensó que esas imágenes mostraban la clase de gente que habitaba ese lugar: Sensibles y comprensivos de los sentimientos de los mortales.
Distraído en sus pensamientos, no reparó en que la reina Dido y toda su comitiva real se había instalado en el trono del templo y desde allí dictaba leyes para que cumplieran sus súbditos.
Venus, descorrió el velo de niebla que cubría a los hombres que acompañaban a Eneas y tuvieron que presentarse ante la reina, relatando sus desventuras. Cuando Dido preguntó por Eneas, que todavía se mantenía invisible por la niebla, la diosa Venus, descorrió la niebla que lo envolvía y también se presentó ante Dido.
Nadie conocía mejor que la reina Dido las penurias que padecieron estos visitantes.
Dido era viuda. Su esposo había sido rey de Fenicia, y un usurpador del trono lo mató.
Ella tuvo que huir con un grupo de seguidores para salvase de la muerte navegando por el mar Mediterráneo hasta llegar a Cartago, donde fue recibida como si fuera su propia casa.
Dido, entonces, los agasajó con un gran banquete y procuró que no les faltara nada.
Eneas, relató todas las peripecias sufridas y pronto Dido cayó enamorada ante la valentía de Eneas
Al día siguiente, Dido organizó una cacería en honor de los visitantes.Todos estaban muy entretenidos, hasta que Juno, envió una sorpresiva tormenta. Dido y Eneas se refugiaron juntos en una cueva solitaria y allí se entregaron apasionadamente al amor.
Dido volvió a sentirse amada y Eneas disfrutó de la buena vida que la reina le ofrecía hasta que Dido pensó en casarse.
Un antiguo pretendiente de Dido se enfureció ya que había sido rechazado por la reina en varias oportunidades y pidió ayuda a Júpiter.
El dios supremo recordó entonces la promesa que le había hecho a Venus y decidió ponerle fin al amorío enviando a su mensajero, Mercurio para reprenderlo.
Mercurio se presentó ante Eneas diciendo: -¿No tienes vergüenza Eneas? Estás destinado por los dioses a fundar un reino lejos de aquí. ¿Has olvidado tu verdadero destino?
Al escuchar a Mercurio, Eneas tomó conciencia de su error. Había sido elegido para fundar un reino en Italia y se había entretenido en Cartago con la reina Dido. Buscó rápidamente a sus hombres y les ordenó que hicieran los preparativos necesarios para embarcarse cuanto antes.
Cuando Dido vio que su amado,Eneas estaba preparando todo para irse y se sintió traicionada. Llorando lo increpó:- ¿Porqué me haces esto, Eneas? ¿Acaso no te he entregado mi amor? ¿Qué hice yo, para que me trates de este modo?
Eneas trató de calmarla explicándole:- Dido, tengo una misión que cumplir en otras tierras. No me hagas aún más difícil cumplirla. Por favor, no llores más, pues es deseo de los dioses que así sea.
Dido, no podía comprender las razones y se encerró en el palacio para llorar su amargura.
En silencio, Eneas y sus hombres partieron apenas se puso el sol. Desde el mar podía ver la ciudad y los destellos de unas llamas.
Dido había echado al fuego todas las pertenencias de Eneas y en un rapto de locura, luego se arrojó ella misma mientras imploraba a los dioses que la vengaran de semejante traición.
Un suave viento norte empujó las naves hacia Sicilia. Allí se hallaban las cenizas de Anquises, su padre.
Allí los recibió el rey con toda clase de honores. Entre ellos se disputaron unos grandiosos juegos deportivos en memoria de Anquises.
Juno, siempre alerta para molestar a Eneas, llenó el corazón de los troyanos con deseos de ubicarse en la región y olvidar de ese modo su misión. Luego le dijo a Iris, su mensajera:- Ve a Sicilia y cuando los troyanos se encuentren entretenidos con los juegos, convence a las mujeres para que prendan fuego las naves troyanas.
Eneas, que estaba siempre atento, se dio cuenta de lo ocurrido y le suplicó a Júpiter su ayuda. Y este, envió una lluvia que logró apagar el fuego.
Eneas quedó muy preocupado ya que cuatro de las naves resultaron averiadas y no estaban en condiciones de volver a zarpar.
Una noche mientras dormía, Anquises se le apreció en sueños y le dijo:- Eneas, Júpiter me ha enviado para que te dé el siguiente mensaje: Elije a los hombres más valientes de tu tripulación y llévalos contigo al Lacio. El resto de los hombres pueden quedarse aquí y los dioses no te recriminarán la decisión.
Eneas siguió el consejo de Anquises y durante la travesía solo tuvo que lamentar la muerte de Palinuro, su piloto, que se ahogó en alta mar.
Anquises no pudo terminar de darle todas sus predicciones a Eneas, por lo cual le pidió que lo visitara en el infierno donde le daría el resto de los detalles para ayudarlo a cumplir su misión con éxito.
Pero era imposible cumplir esa tarea solo. Para lograr esto debía buscar a la Sibila de Cumas, que, como era sacerdotisa de Apolo, podía profetizar e interpretar oráculos.
Cuando la encontró ella misma se ofreció a acompañarlo porque era una empresa riesgosa ya que debían atravesar muchos peligros. Antes de partir al país de los muertos, Eneas debía cortar una ramita de oro que crecía en un árbol fantástico para obsequiársela a Proserpina, la reina del mundo de los muertos.
Eneas salió a buscar la famosa ramita acompañado de su gran amigo Acates. Dos palomas enviadas por Venus los guiaron hasta una oscura laguna, sus aguas despedían un olor repugnante.
Las palomas siguieron su curso hasta que comenzaron a sobrevolar un árbol muy raro. De pronto, Eneas pudo percibir una luz proveniente de una de las ramas. La señal era inconfundible.
Alborozado se acercó y la cortó. Inmediatamente otra rama surgió del mismo lugar.
Cuando le llevó la rama a la Sibila, esta le dijo que ahora debía ofrecerle un sacrificio a Hécate, la diosa de la noche. Eneas, sacrificó cuatro bueyes negros, el color preferido de la diosa.
Cuando las llamas del altar consumían a los bueyes, la tierra tembló bajo sus pies como si fuera un terremoto mientras escuchaban escalofriantes aullidos de perros.
Entonces, la Sibila dijo con firmeza:- Este es el momento. Sé valiente- y se lanzó hacia las profundidades de la tierra seguida por Eneas.
De pronto se encontraron en una oscura región poblada de monstruos horrorosos: La Enfermedad, el Deseo, el Hambre, la Guerra y la Discordia.
Eneas quiso combatirlos blandiendo su espada, pero la Sibila le explicó que eso era imposible ya que solo se trataban de sombras. Después de caminar un largo rato llegaron a la confluencia de dos ríos: El Cocito y el Aqueronte.
Para cruzarlos había una balsa conducida por Caronte, el barquero. Caronte, solo permitía cruzar a las ánimas que traían una moneda para pagar el pasaje al mundo de los muertos. Si no traían moneda quedaban vagando como fantasmas.
Cuando Caronte vió a Eneas y sus acompañantes se enfureció y comenzó a gritar:-Los vivos no pueden entrar aquí! ¿Cómo llegaron a este lugar?
La Sibila trató de calmarlo con su voz suave:-No debes preocuparte, Caronte. Este buen hombre es Eneas y solo desea hablar con su padre que está en la morada de los bienaventurados.
Al escuchar esas palabras, Caronte se calmó y al ver que traían la ramita de oro para Proserpina, los cruzó en la barca refunfuñando.
Apenas pisaron la otra orilla, se abalanzó el can Cerbero, pero la Sibila venía preparada con un trozo de pastel impregnado con una pócima para dormir y no bien lo tragó cayó dormido.
En su largo recorrido, pudieron ver a Minos, el juez de los muertos dictando sentencias.
Mas tarde, llegaron hasta el Campo del Llanto y la Aflicción, repleto de amantes que habían apelado al suicidio como último recurso ante sus penas de amor. Allí Eneas, encontró A Dido. Trató de acercarse a ella con dulces palabras, pero ella se perdió en las sombras sin mirarlo.
Siguiendo su trayecto llegaron a una encrucijada donde el camino se dividía en dos. Del camino de la izquierda provenían aullidos de dolor y ruidos de cadenas. La Sibila explicó: -Ese es el lugar donde Radamante castiga a los malos.
La Sibila tomó la ramita y la colocó sobre una pared frente a la encrucijada y luego tomaron el camino de la derecha que los llevaba directamente a los Campos Eliseos, lugar destinado a los bienaventurados.
En la morada de los justos, Eneas encontró a Anquises, su padre. Deseó abrazarlo pero no pudo porque era un espíritu, y por lo tanto, no tenía cuerpo.
Anquises le dio a conocer la gloria que le esperaba a sus sucesores. Entre ellos estaba Octavio Cesar Augusto, el fundador del Imperio Romano y Eneas se sintió orgulloso.
Pero logar ese objetivo no era tarea fácil y Anquises le explicó y aconsejó como debía sortear los numerosos peligros que debería afrontar.
Cuando Anquises terminó de dar sus consejos, volvieron a separase y Eneas regresó con la Sibila al Mundo de los Vivos. Pero ahora reconfortado por las sabias palabras de su padre.
No bien llegó, preparó la flota y ordenó a sus hombres zarpar hacia el norte. Neptuno hizo soplar una suave brisa que empujó las naves hasta la costa del pueblo de los latinos.
Allí, un oráculo le había dicho que al rey, que su hija, Lavinia, se casaría con un extranjero.
El pretendiente de Lavinia era Turno, rey de los rútulos, un pueblo vecino. Turno era un hombre muy apuesto que había sabido congraciarse con la madre de Lavinia, la reina Amata.
El rey estuvo varias veces por casar a Lavinia con Turno, pero cada vez que estaba a punto de tomar esa decisión algo extraordinario ocurría que lo hacía cambiar de idea.
Tuvieron lugar dos raros acontecimientos: El primero fue que un enjambre de abejas construyó su colmena en el jardín del Palacio Real. El augur le dijo entonces al rey que esto era un signo de que muy pronto llegarían extranjeros a esta región.
El segundo fue que los cabellos de Lavinia comenzaron a arder formando un halo de fuego sobre su cabeza, pero ella ni se quemó ni sufrió ningún tipo de daño. El augur dijo que eso significaba que Lavinia sería muy feliz pero que antes habría una guerra catastrófica.
Apenas el rey Latino, se enteró que habían llegado troyanos a la región, mandó una comitiva para recibirlos y los invitó al palacio.
Ni bien vio a Eneas, se convenció de que ese hombre valiente sería su futuro yerno.
La diosa Juno, que siempre estaba atenta para molestar a Eneas, no se quedó quieta y puso todo el poder disponible para que no se cumpliera el destino.
Primero le nublo la mente a la reina Amata , para predisponerla en contra de Eneas produciéndole una especie de locura. Luego predispuso a los latinos en contra de los troyanos.
Mas tarde, envió un mensajero para que le dijera a Turno:-Mas vale que hagas algo y pronto o Lavinia se casará con un extranjero.
Turno comenzó a armarse rápidamente ante la posibilidad de perder a su futura esposa.
El rey, no sabía que hacer. Su pueblo no veía con buenos ojos a los troyanos. La Reina Amata estaba enceguecida en contra de Eneas, y Turno, venía con un ejército en busca de explicaciones.
¿Qué hizo el rey? Se lavó las manos esperando que el conflicto se solucionara por si solo.
Como el rey seguía indeciso, no se animó a abrir las puertas del templo dedicado al dios Jano, entonces el conflicto no podía comenzar.
Pero la diosa Juno, siempre atenta para molestar a Eneas, corrió a abrirlas.
Turno, además de sus tropas tenía varios aliados. Por empezar, los latinos. Luego Mecencio, el rey de los etruscos y la virgen Cornelia, que era poseedora de una numerosa tropa.
Eneas veía un futuro negro y no podía pegar un ojo de los nervios. Pero recibió la visita del dios del río Tiber que le dijo:- mañana a primera hora debes ir a visitar al rey Evandro, subiendo aguas arriba por mi río.
Eneas siguió el consejo y con un grupo de hombres remontó el río. Nunca antes alguien había hecho algo así.
Cuando llegaron a la tierra de Evandro, él en persona lo fue a recibir con su séquito y le dio una calurosa bienvenida. Le brindó hospedaje y comida en abundancia y luego, su hijo Palante lo llevó a visitar los lugares más interesantes de la región.
Mientras compartían la comida Evandro le relató sus orígenes. Un lugar de Grecia llamado Arcadia.y Eneas le confesó su terrible problema. Evandro, si bien no podía ayudarlo le aconsejó visitar a los etruscos que seguramente lo ayudarían
Así fue que Eneas, acompañado por Palante, se dirigió a etruria. Los etruscos recibieron muy bien a Eneas, ellos deseaban combatir contra Mecencio, pero no se decidían porque un augur les había dicho que no debían establecer lucha alguna hasta que un extranjero se pusiera al frente de las tropas.
Los etruscos reconocieron a Eneas como el elegido para tal fin y se dispusieron a combatir junto a él.
Después de tanto trajín, Eneas se dispuso a descansar en un bosque cercano. De repente, vio a una hermosa doncella que colocaba armas a los pies de un árbol, para desaparecer luego esfumándose en el aire. Eneas pensó que era su madre, Venus, que otra vez corría a auxiliarlo regalándole un casco, una coraza, una espada y un escudo refulgentes. Seguramente forjados por Vulcano, y eso le otorgó confianza y lo hizo sentir invencible.
Mientras Eneas continuaba su campaña para conseguir aliados, el pequeño grupo de hombres que había quedado acampando a orillas del Tiber trataron de fortificarse ante el inminente ataque.
Este pequeño grupo pudo contener el primer ataque, pero los enemigos los aventajaban en número y decidieron buscar voluntarios para pedirle ayuda a Eneas. Para ese fin se ofrecieron dos jóvenes valientes: Niso y Euríalo, que para cumplir su cometido debían atravesar el campamento enemigo.
Los dos jóvenes, con gran valor se introdujeron en el frente enemigo, pero Euríalo portaba un casco refulgente y, los primeros rayos del sol, delataron su presencia. Si bien lucharon cuerpo a cuerpo con gran valentía, murieron en la lucha.
Turno, avanzó sobre la empalizada y se produjo una batalla encarnizada, pero los troyanos no permitieron el avance enemigo aunque perdieron muchos hombres.
En los días subsiguientes el combate se agudizó. Los dioses romanos tomaron partido por uno u otro bando. Júpiter que tenía planes de Paz se enfureció y, Venus y Juno se culpaban una a la otra por la catástrofe, haciendo que la vida en el Olimpo se tornara imposible por las continuas discusiones.
Cuando Turno estaba preparado para asestar el golpe final a los troyanos, llegó Eneas con los etruscos y logró equilibrar la contienda.
Cuando Turno estaba preparado para asestar el golpe final a los troyanos, llegó Eneas con los etruscos y logró equilibrar la contienda.
Turno perdió a dos de sus aliados: A la virgen Camila y a Mecencio. Por otro lado, eneas tuvo que lamentar la pérdida de Palante, el joven hijo de Evandro.
Júpiter, en el Olimpo, prohibió a los dioses tomar parte en el asunto, dejando a los hombres a merced del Destino. La lucha se tornaba cada día más cruel.
Cuando la balanza se inclinó a favor de los troyanos, Juno, corrió a pedirle a Júpiter que salvara a Turno, su protegido. Pero Júpiter le respondió:- Si el Destino quiere que Turno muera, morirá. Lo único que yo puedo hacer es retrasar su sentencia.
Juno, desesperada por salvar a Turno, de Eneas para alejarlo de la batalla atrayéndolo hacia el mar.Una vez allí Juno se esfumó en el aire, dejando a Turno desconcertado y preguntándose: -¿Qué pensarán mis hombres? ¿Qué escapé del combate? ¿Qué no pude luchar contra Eneas?
Sus cavilaciones lo llevaron a intentar suicidarse tres veces y tres veces, Juno lo impidió.
Cuando Turno regresó al campamento, encontró su tropa diezmada y a sus hombres abatidos y tristes porque la mayoría de sus jefes habían muerto en el combate.
Turno se acercó al palacio del rey Latino y vio que también el pueblo latino estaba terriblemente desmoralizado, y él ya no era bien recibido.
El rey le pidió en nombre de la Paz que renunciara a la mano de su hija Lavinia.
Cuando Turno escuchó el pedido del rey Latino se enfureció y lleno de rabia se dirigió al campamento troyano para retar a Eneas a pelear una vez más.
Eneas aceptó el reto pero puso condiciones:- Pelearé contigo, Turno -dijo- Y, si yo gano, los rútulos se unirán a los latinos formando un solo pueblo. El rey Latino será su gobernador y Lavinia será mi esposa- .Y agregó- Si pierdo, nos iremos definitivamente de Italia sin reclamar absolutamente nada.
Turno aceptó las condiciones y los dos ejércitos se formaron frente a frente para dar comienzo a la batalla.
Juno trató de ayudar una vez más a Turno, su protegido, desatando el conflicto antes de tiempo. Los troyanos, que no estaban convenientemente preparados sufrieron grandes pérdidas y hasta Eneas cayo herido de gravedad.
Su madre, Venus, que había visto lo ocurrido, corrió a curarlo aplicándole hiervas en la herida y Eneas no tardó en recobrar la salud.
Eneas volvió al combate y la balanza volvió a inclinarse a favor de los troyanos, que penetraron en la fortaleza de los latinos produciendo una masacre.
Eneas deseaba encontrase cara a cara con Turno.
De repente, detrás de una columna apareció Turno a los gritos:- ¡Que cese la batalla! ! Si me estás buscando, Eneas, aquí estoy para desafiarte a una nueva lucha cuerpo a cuerpo.
Eneas, que le estaba esperando se tranzó en una feroz lucha hasta lograr voltearlo contra el suelo y a punto de traspasarlo con su espada. Cuando Turno con voz temblorosa imploró:- ¡No me mates, Eneas!. Ten compasión de mí.
Eneas dudó por un instante en asestarle el golpe final.
Pero de repente, vio que Turno, llevaba puesto el cinturón de Palante, el buen hijo de Evandro, como quien lleva un trofeo.
Eneas, ahora no dudó y gritó- ¿Compasión? ¿Acaso te compadeciste de Palante al matarlo, que tan solo era un muchacho?- Y le asestó el golpe mortal.
Eneas se casó con Lavinia y Roma creció y prosperó.