En el límite entre Oriente y Occidente se encontraba la Ciudad de Constantinopla. Capital del Imperio Bizantino fundado por el Emperador Constantino I, El Grande, en el año 330. Hoy llamada Estambul. Constantinopla, poseía cualidades únicas por su emplazamiento. Su forma parecía a la de un cuerno de rinoceronte con dos de sus lados rodeados por mar. Uno lindaba con el Mar de Mármara, cuyas corrientes traicioneras impedían cualquier posible invasión por mar. El otro, sobre el Cuerno de Oro, ofrecía un puerto seguro de aguas profundas para guarecer a su flota, cuya entrada se cuidaba con una enorme cadena, asegurada contra la muralla de Gálata, un enclave genovés ubicado en la costa norte del Cuerno. El tercer lado, estaba protegido por un sistema de murallas triples, llamadas la muralla de Teodosio, la más formidable defensa medieval del mundo, que la hicieron inexpugnable durante diez siglos a los ataques enemigos. Estaba ubicada en un punto estratégico: Justo a la entrada del Bósforo, parada obligada de los barcos que comerciaban con las apartadas ciudades más allá del Mar Negro. A Constantinopla llegaban sedas de China, pieles de las estepas rusas, especias, metales, maderas duras, piedras preciosas. Era riquísima.
Pero lo más importante es que Constantinopla era el baluarte de la cristiandad en Oriente. En ella se encontraba el monumento más grande del mundo cristiano: la fabulosa iglesia de Santa Sophia. En el centro de la ciudad, había una estatua ecuestre de Constantino. Se representaba al emperador montado en su caballo, con una mano extendida hacia oriente, en la otra sostenía una bola que significaba el mundo, coronada con una cruz. Justamente a esa bola los musulmanes la llamaban la manzana roja y por esa razón, su conquista era el deseo más ferviente del Islam. Durante muchísimos años, los musulmanes desplegaron operaciones militares para capturarla sin ningún resultado.
El 29 de marzo de 1432, nacía el tercer hijo del sultán Murat, le puso el nombre de su padre, Mehmet II. Hasta los dos años vivió en el Harem de Edirne, luego fue enviado a Amasya, en Anatolia para ser educado bajo la supervisión de tutores. Su hermano mayor muere repentinamente en 1437. Seis años más tarde, su otro hermano, Ali y sus dos hijos varones son asesinados en su propia cama. En febrero de 1451, al morir el Sultan Murat, Mehmet se instala en el palacio de Edirne. Allí llega otra esposa de Murat para dar sus condolencias con el más pequeño de sus hermanos, llamado el pequeño Mehmet. Esa misma noche, Mehmet mandó a Ali Bey ahogar a su pequeño medio hermano mientras se bañaba. Al día siguiente hizo ejecutar a Ali Bey. El poder en la corte otomana seguía una conclusión lógica: “Solo uno podía reinar”, y para evitar cualquier posibilidad de guerra civil, la ley fratricida era en esos tiempos una práctica común del Imperio Otomano.
En ese momento Constantinopla estaba regida por Constantino XI, casualmente llevaba el mismo nombre que el fundador del Imperio. Constantino era 27 años más grande que Mehmet. Era un hombre de acción, más que buen administrador, le gustaba cabalgar, el arte de la guerra, valiente y emprendedor. Tenía un gran sentido de la responsabilidad por su herencia bizantina. Cuando tenía 17 años, vivió el asedio de Murat contra La Ciudad y sabía muy bien de que se trataba.
Si bien Constantinopla era considerada el baluarte cristiano en Oriente, se había llevado a cabo una separación de la Iglesia de Roma debido a múltiples factores: diferencias culturales, políticas y económicas. En Oriente las celebraciones se llevaban a cabo en griego, en Occidente, en latín. Había grandes diferencias en la liturgia, tanto como en la organización. Los bizantinos consideraban a los occidentales como bárbaros. Pero en el centro de la discusión había dos temas importantes: El primero era el rol del papa. Los bizantinos podían llegar a aceptar que el papa tenía un lugar especial sobre todos los patriarcas, pero no aceptaban que tuviera autoridad sobre todas las iglesias del mundo. El segundo tema era doctrinal: Se acusaba a la iglesia de Oriente de omitir una palabra en el Credo- filioque- Esa pequeña palabra tenía un gran significado. Porque en el Credo de Nicea se leía que “el Espíritu Santo provenía del Padre”, y en la Iglesia de Occidente se había agregado la palabra ”filioque”, o sea que ” el Espíritu Santo Provenía del Padre y del Hijo”. Estas discusiones “bizantinas” llevaron a los habitantes de la ciudad a manifestarse en defensa de su causa con gran fanatismo, haciendo que los esfuerzos por lograr la unión entre ambas Iglesias resultaran prácticamente imposibles. Para el Emperador Constantino, este enfrentamiento representaba un problema mayúsculo. Sabía que ante el avance otomano, solo podía recibir ayuda de occidente y cada vez sería más difícil lograr ese apoyo si no se lograba la unión de la iglesia.
Mehmet, en su palacio de Edirne, soñaba con hacer realidad la conquista de la ciudad y, comenzó un camino sin pausa para lograrlo: Como primera medida comenzó a construir una fortaleza sobre el Bósforo, solo unos Kilómetros al norte de la Ciudad de Constantinopla. Ese castillo imponente a orillas del mar, llamado Rumeli Hisari, quería decir el Cortador del Estrecho, pero también significaba “ El Cortador de Gargantas” estaba protegido por cañones ubicados a nivel del mar, con la intención de cobrar impuestos a cada barco que pasara frente a él o correr el riesgo de ser bombardeado. Constantino envió rápidamente una delegación para protestar por lo que consideraba un atrevimiento del Sultan. Mehmet les respondió que dentro de sus murallas podían hacer lo que quisieran pero si volvían a enviar embajadores los decapitaría. Al mismo tiempo, Mehmet permitió que los caballos pastaran en los campos cultivados de los alrededores arruinando las cosechas. Cuando los campesinos se quejaron, los decapitó. También hundió barcos que se negaron a detenerse a pagar el tributo frente al cortador del estrecho y los sobrevivientes fueron asesinados. Los habitantes de La Ciudad quedaron aterrorizados. Constantino, cerró las puertas de la Ciudad y envió embajadores pidiendo ayuda urgente a occidente. Mientras tanto almacenó toda la pólvora que pudo de los venecianos, pero la ciudad se había empobrecido con el tiempo y no tenía los recursos suficientes para invertir en armas.
A principios de 1452, se presentó ante Constantino un fundidor de cañones húngaro llamado Orban, buscando acrecentar su fortuna en la corte imperial. Orban era un mercenario que ofrecía su experiencia al mejor postor. Les ofreció a los bizantinos su técnica y experiencia en el forjado en bronce de grandes cañones de una sola pieza. Constantino estaba muy interesado y trató por todos los medios de retenerlo en la ciudad, pagándole un pequeño estipendio, pero aún así no cubrió sus expectativas. Meses después, Orban abandonó la ciudad y pidió audiencia a Mehmet que lo recibió con gusto. El Sultán le preguntó si podía fundir un cañón que proyectara balas de piedra lo suficientemente grandes como para destruir las murallas de la ciudad. Orban le respondió que podía fundir un cañón que cumpliera ese requisito, pero él no sabría dispararlo. Mehmet lo contrató al instante. Lo que surgió de la fundición de Orban, una vez que se separaron los moldes y se pulieron era “ un monstruo horripilante”. El cañón medía alrededor de 8 metros de largo de bronce sólido y un diámetro de 75 centímetros, capaz de disparar una bala de piedra que pesaba 500 Kilogramos. En enero, probaron su efectividad en las afueras del palacio de Edirne. El rugido del cañón se escuchó hasta en Constantinopla aterrorizando aún más a sus pobladores. En febrero se dedicaron a las tareas de transportar el gran cañón cerca de las murallas de Constantinopla. A ello se dedicaron varios grupos: Unos a nivelar el terreno, otros a guiarlo, mientras conjuntos de sesenta bueyes arrastraban la pesada carga a través de los campos de Tracia avanzando lentamente.